【Capítulo 11】Precious Memories

 De nuevo, aquella era una noche triste, oscura y fría. En el exterior se apreciaba una espesa niebla que dejaba a su rastro pequeñas precipitaciones en forma de chubascos o nieve.

Alexey, como durante todos los días anteriores, permanecía en su habitación, con la puerta cerrada a cal y canto, aferrando fuertemente a la almohada.

Desde hacía unos días, había dejado de ir a la universidad y apenas había salido de su habitación, solo lo hizo a la hora de cubrir sus necesidades básicas. En su estado, no era de extrañar que su madre ya hubiese sospechado que algo iba mal, pero cada vez que le preguntaba, siempre recibía la misma contestación: “Todo va bien, no me pasa nada”, respondía él con una sonrisa bastante forzada. 

Aunque el joven sabía a la perfección que le pasaba algo; algo que le había hecho sufrir a lo largo de todos aquellos días: Jamás se le olvidaría de la imagen tan traumática al ver al que era su novio en actitud cariñosa con otra persona, algo que no le hubiese importado si se hubiera tratado de alguien de su mismo sexo, pero… ¿del contrario? Eso era lo que traía al pobre muchacho confuso y casi demente todos estos días.

- ¿No se suponía que era homosexual? ¿No decía que me quería? – pensaba el joven cada vez que recordaba aquella escena.

Siempre se trataban de preguntas que hasta no hacía tanto las había visto claras y cristalinas como el agua; pero ahora era todo lo contrario, estaba ennegrecido, turbio y no era capaz de encontrar respuestas.

Así pues, cada vez que pensaba en la persona por la que aún seguía sintiendo algo especial, amor o eso era lo que él creía, no podía evitar que de sus ojos emergieran lágrimas a borbotones e intentase ahogar sus llantos para no contradecirse a sí mismo, con lo que le decía cada día a su madre, si ésta llegase a escucharle.

Sus llantos en ocasiones se disipaban durante un pequeño periodo para luego volver a retomar. En uno de esos momentos en los que intentaba mantener la mente en blanco recordó algo que había olvidado por completo, ya que William le había hecho desentenderse de sus asuntos; aquel día era el cumpleaños de su madre. 

Su madre, que siempre había sido una persona a la que le había debido mucho, ya que había cuidado de él ella sola y pasando situaciones muy duras. Y él se lo pagaba de aquella forma, olvidándolo. 

El día ya casi estaba finalizado y el muchacho si quiera le había felicitado, y mucho menos tenía algo que ofrecerle, aunque fuese el más mínimo detalle.

Le hubiese gustado que fuese todo como antes, quizás así no se le hubiese olvidado algo tan importante, su madre no se merecía una actitud así por parte de un hijo que mostraba una actitud inmadura y egoísta.

Lentamente se incorporó en la cama y se fue sentando en el borde. Se miró en el espejo que tenía en su habitación y se llevó una mano a sus azules ojos, los cuales estaban algo hinchados debido a todo lo que había estado llorando en esos últimos días. Bajo ellos se prolongaba una gruesa línea negra, mostrando así su cansancio. Su pelo estaba algo alborotado y desaliñado, y su piel estaba más pálida de lo normal.

Bajó su mano por el rostro y soltó un largo y ahogado suspiro.

Apenas podía mantenerse en pie, notaba sus piernas atrofiadas de estar todo el día tumbado en la cama y la cabeza le daba vueltas. Lentamente se acercó a la puerta y giró suavemente el pomo de la puerta. Comenzó a bajar las escaleras apoyándose en la barandilla para no perder el equilibrio debido a las nauseas que sentía y el mero hecho de que todo aquello que pisaba le parecía inestable.

- ¿Alex? – lo sorprendió su madre.

- M-mamá… - musitó el joven, casi exclusivamente para él.

Su madre esbozó una media sonrisa, sin embargo la expresión de su cara era una mezcla entre tristeza y preocupación.

- ¿Estás bien, cielo? – preguntó con la voz algo entrecortada.

- E-estoy bien… - mintió una vez más con una sonrisa muy forzada.

Tras aquel comentario se hizo un silencio incómodo. El joven miraba al suelo y nervioso, daba pequeños toques con la punta del pie en el suelo. Anya sin embargo, lanzó un suspiro y se pasó una mano por el pelo, disponiéndose a hablar.

- Alex… Hay algo que quiero comentarte.

- Felicidades, mamá. – interrumpió el joven susurrándolo bastante bajo, a pesar de eso su madre consiguió oírlo.

- ¿Qué? – comentó sorprendida. 

Alexey se llevó una mano a la nuca y miró a su joven madre con los ojos entrecerrados.

- Hoy era tu cumpleaños… Siento haberlo olvidado, y-yo… - intentó decir nervioso.

Anya sonrió levemente y se acercó a su hijo abrazándolo con delicadeza. Suavemente le besó en la frente y al joven se le humedecieron los ojos, sin embargo trató de reprimir las lágrimas, no quería que su madre lo viese así, no quería hacerla preocupar aún más.

- Gracias.

- N-no tengo nada para ti… -añadió el muchacho apretando levemente los ojos y apenado – L-lo siento, de verdad…

- No te preocupes… Lo único que quiero es que estés bien, pase lo que te pase.

- Y-yo no…

- No hace falta que me lo digas si no quieres, ya me hago una idea… - la madre hizo una pequeña pausa y acarició suavemente el pelo de su hijo – Pero me gustaría ayudarte de alguna forma, cariño…

- L-lo sé… P-pero…

- Es Will, ¿verdad?

El joven sintió palidecer y agachó la cabeza, sintiendo como las lágrimas comenzaban a resbalarse por sus mejillas. Rápidamente se llevo las manos a los ojos. Quería dejar de llorar, pero le era imposible, las lágrimas se empeñaban en emerger de sus ojos. Soltó un sollozo ahogado y notó como sus piernas temblaban levemente. 
Entonces notó una vez más, cómo los brazos de su madre le envolvían más fuerte e inevitablemente con sus manos temblorosas se agarró a la fina chaqueta de lana que llevaba Anya puesta en aquel momento. Ésta acarició suavemente la cabeza del joven y notó como las lágrimas del muchacho resbalaban por su cara hasta quedar impregnadas en la ropa de su madre.

Pasaron un par de minutos hasta que Alexey consiguiese tranquilizarse. Se pasó la mano apartándose las lágrimas y se separó de los brazos de su madre.

- L-lo siento… - musitó. 

- ¿Estás mejor ahora? – preguntó ella preocupada. El joven asintió. – Así que era eso… Aunque… Ya lo sabía, es tan fácil saber lo que te pasa en cada momento…

- Y-ya… - afirmó sonriendo levemente y apretando los puños contra el pecho. – P-pero… 

- Tranquilo… No tienes por qué explicármelo… Ya vendrán tiempos mejores.

El joven asintió y miró a su madre algo más calmado, sin embargo aún en su rostro se hacía notar los malos momentos por los que estaba pasando. 

Su madre, muy amablemente, le preparó una infusión para que se tranquilizara un poco. Eso le ayudó bastante pero aún así, su mente seguía manteniéndose ausente y le era completamente irremediable no pensar en la persona a la que amaba y que tanto daño le había hecho en tan solo unos minutos.

No quería pensar demasiado en ello, pero debido a su naturaleza preocupada, el joven tendía a pensar demasiado las cosas, hasta tal punto en que se volvía paranoico. 

- ¿No crees que deberías salir y despejarte un poco? 

- N-no… - negó seguro de sí mismo Alexey. – T-todo lo que haga… me recuerda a él.

Anya soltó un largo suspiro y miró al joven mordiéndose el labio inferior y con cara de preocupación.

- ¿Y Josh? ¿No lo tienes a él también? Quizás él pueda ayudar…

- ¡No! – exclamó el joven levantándose de su asiento y apretando los puños. 

Su madre lo miró extrañada. Alexey se dio cuenta de lo violento que había sonado esa negación y se disculpó.

El joven no había podido evitar la polémica que le rodeaba en cuanto a Josh a su vez. Éste hacía escasos días se le había declarado y es más, le había besado. “¿Por qué me pasa todo esto a mí…?”, se preguntaba una y otra vez. Ahora no sabía cómo debía comportarse con el que había sido y seguía siendo para él su mejor amigo, aquel primer amigo que hizo en mucho tiempo. ¿Debía ser natural? ¿Debía avergonzarse? Pero… ¿Avergonzarse de qué? Él no había hecho nada, es más, él preferiría no estar viviendo esa situación, no la quería; quería deshacerse de ella, desecharla, hacer que todo volviese a ser como antes; incluso llegados hasta aquel punto hubiese preferido que jamás hubiese conocido a William, quien tantos quebraderos de cabeza le estaba otorgando en aquellos momentos; quizás si no hubiese dado con él, le hubiese más fácil haber entendido los sentimientos de su amigo y quizás y sólo quizás, podría haber llegado a corresponderlos. ¿Pero por qué le pasaba todo eso? Si hasta hace relativamente poco tampoco tenía clara su orientación sexual… ¿Por qué le resultaba la vida tan difícil? 

Tras disculparse por su actitud, volvió a subir a su habitación y esta vez se sentó en el escritorio, escondiendo la cabeza entre sus brazos y una vez más, comenzó a llorar.



Mientras tanto, en una zona algo alejada de allí, se encontraba aparentemente más calmado el otro integrante de la rota pareja.

Parecía inmerso en una gran montaña de papeleo, sin embargo su mente no se encontraba para nada en los asuntos que acaecían aquellos papeles. Su cabeza descansaba sobre la palma de su mano y en su mano izquierda accionaba continuamente el botón de un bolígrafo. 

Soltó un largo suspiro, dejó el bolígrafo en el escritorio, y se recostó sobre la silla echando la cabeza hacia atrás. Hundió ambas manos en su caballera de color azabache y de nuevo suspiró.

Aunque su apariencia externa pareciese tranquila y calmada, en su interior se había desatado una tormenta de emociones, si quiera él mismo era capaz de definir su estado de ánimo… 

De pronto algo lo sacó de sus pensamientos. Alguien había entrado en su despacho y si quiera se había dado cuenta de la presencia de aquella persona. Rápidamente se colocó erecto en la silla y miró a quien había entrado en la sala con el rostro pálido.

- P-padr… G-general. –rectificó con la voz entrecortada. 

- ¿En qué diablos estabas pensando, William?

- Y-yo… Esto…. – intentó justificarse nervioso – R-ruego que me disculpe.

- ¿Dónde tienes la cabeza? ¿En tu “novio”? – añadió con tono despectivo. El joven ante ese comentario frunció el ceño.

- No se preocupe más por eso…

- Oh… - dijo con tono burlón - ¿Terminaste con él? ¿Ves? No es tan difícil darme alegrías… Aunque un hijo maricón no me lo quita nadie, ¿verdad?

William, enfadado se levantó de su asiento y dio un frenético golpe en el escritorio que resonó en toda la sala.

- ¡Al menos él me ha querido más de lo que tú lo has hecho en estos veinticinco años! –exclamó enfurecido.

Su padre lo miró con el ceño fruncido y el joven apartó la mirada de sus oscuros ojos. Detestaba la faceta de su padre de que por el mero hecho de que le gustasen los hombres, pudiese recriminarlo y burlarse de él libremente.

- Controla ese tono y esos modales, señorito. No olvides con quién estás hablando.

William le miró ahora con una expresión furiosa y apretando fuertemente los dientes. 

- Quiero esos papeles en mi despacho antes de que acabe la noche, ¿me has oído? Si no, atente a las consecuencias.

Tras pronunciar esas palabras, abandonó la sala.

William se sentó de nuevo, golpeó la mesa con el puño cerrado con mucho ímpetu y seguidamente se llevó ambas manos a la cabeza.

Resultaba asombroso lo rápido que se había recuperado su padre de su ataque al corazón por un “disgusto” que le había dado su hijo. Cuán contrario era ahora, que le había dado una “alegría”. 

El joven presionó las manos contra su cabeza y apretó fuertemente los ojos y labios, impidiendo que se le sobresaltasen las lágrimas producidas por la ira y la rabia que sentía en aquel momento.

Sabía perfectamente que había cometido un error con quien era su pareja, le hubiese gustado haber aclarado las cosas, sin embargo no tuvo la oportunidad de hablar y explicarse. A él para nada le gustaban las mujeres, es más, sólo había una persona de la cual estaba realmente enamorado y cuyo nombre era “Alexey”.

¡Cómo podía cambiar todo en un minuto! Había pasado de ese estado de felicidad que no parecía aparentar a un estado el cual no era capaz de definir ya que se trataba de una mezcla extraña entre rabia, impotencia y tristeza.

Con desgana tomó el bolígrafo que anteriormente había depositado sobre el escritorio entre sus dedos, y empezó a leer aquellos impresos para luego rellenarlos. ¿Qué era lo que ahora mismo le otorgaba motivación? Eso era lo que el joven se preguntaba una y otra vez. Su familia estaba dividida, su padre lo detestaba y a su vez él lo odiaba, su madre prefería mantenerse neutral, y su hermana, que era la que se encontraba de su lado, apenas paraba por casa debido a su ajetreada vida de “casi-casada”. Al menos, cuando antes se sentía solo podía irse con la persona a la que quería. Era ahora, cuando más echaba de menos esos momentos y cuando sin duda, más necesitaba un punto donde apoyarse. 

Dejó de escribir por un momento al darse cuenta de que debido a todos aquellos pensamientos había comenzado, inconscientemente, a llorar. Sus ojos grises relucían más de lo normal al dejar caer aquellas gotas que reflejaban su sufrimiento. Se llevó una mano a la cara y trató de reprimir sus sollozos, no le gustaba demostrar su debilidad, pero llegados a ese punto, no podía evitar sentirse desdichado e incomprendido. ¿Qué iba a hacer con su vida?



Para variar, en esta ocasión Alexey no se encontraba recostado en su cama, tampoco confinado en su habitación, estaba sentado en el amplio sofá del salón, con las piernas recogidas y la cabeza apoyada entre ellas. Aparentemente, su mirada se dirigía la televisión, sin embargo tenía la mirada perdida en la infinidad.
Hacía ya un rato que había dejado de llorar, aún así permanecía ausente, absorto en sus pensamientos. Se sentía como una flor marchita, sin ánimo, sin alma, sin querer hacer nada.

Hubo algo que llamó su atención: el sonido del timbre de la puerta de su casa. Debido a que su madre no se  encontraba disponible en ese momento, se vio obligado a levantarse y abrir la puerta.

Se quedó sorprendido con lo que vio, era una persona que no esperaba encontrar en aquel momento.

- J-Josh… -musitó. Notó como el recién aparecido lanzaba un suspiro al aire.

- Menos mal, Alex… Me tenías preocupado.

- ¿Q-qué haces aquí...? Y-y encima a estas horas... – preguntó retrocediendo un par de pasos.

El pelirrojo le miró extrañado. 

- Eso no importa ahora... - hizo una pequeña pausa - Llevas casi una semana sin verte aparecer por la universidad, ¿te has visto la cara? Estás horrible.

- N-no hace falta que me lo digas… - respondió algo molesto el joven.

- ¿Qué te ha pasado? Me tenías muy preocupado…

Alexey miró a su amigo, su cara en efecto, mostraba preocupación ya que se estaba mordiendo el labio inferior con nerviosismo.

- Y-yo… No es algo de lo que quiera hablar.

Josh era exactamente la última persona con la que quería tratar sus problemas, no era que no confiara en él, todo lo contrario… Pero sentía que debido a la polémica de habérsele declarado no podía mirarlo de la misma manera. ¿No era eso en parte egoísta?

- Has roto con William, ¿verdad?

El joven se quedó sorprendido con la capacidad de deducción de su compañero. Bajó la mirada y una vez más, trató de reprimirse las lágrimas. ¿Qué se suponía que debía decir él ahora? No podía negarlo, no le faltaba razón…

Antes de que pudiese articular una sola palabra, notó como le abrazaba.

- Si hubiese sido yo, esto no habría pasado.

Alexey algo asustado correspondió tímidamente a su abrazo y trató de girar la cabeza para mirarlo, pero debido a la fuerza que ejercía, le era imposible.

De pronto sintió una liberación cuando Josh aflojó el abrazo. Sintió su mirada directamente clavada en sus ojos e inevitablemente se vio forzado a levantar la vista para mirarle. Sus mejillas se encendieron levemente ante la mirada tan penetrante del contrario, y Alexey la desvió tan rápido como le fue posible. 

Apretó los ojos y entonces ocurrió algo que preferiría haber evitado. Notó los fríos labios de su amigo contra los suyos y sorprendido abrió los ojos para comprobar que en efecto, era cierto lo que creía haber sentido. No siendo suficiente, Josh se vio con el suficiente valor como para acariciarle la cara y el joven no se veía con el control de su cuerpo para negarse ante lo que estaba haciendo. De nuevo, volvió a oprimir los ojos y sintió como las lágrimas se le resbalaban por las mejillas. No quería todo eso, no podía estarle pasando algo así…

Al poco rato se separó con un leve rubor en sus mejillas, miró al joven que se encontraba estupefacto y cuyas lágrimas se habían empeñado en caer.
Su compañero suavemente se las apartó con las yemas de los dedos y volvió a abrazarle con fuerza, susurrando muy cerca de su oído.

- Alex, sal conmigo. Dame una oportunidad.

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