【Capítulo 10】Precious Memories

El joven despertó aquella mañana en unos brazos que no se le hacían extraños. Alzó la vista y se encontró con aquella cara que tantas veces había observado aunque fuese de forma disimulada y sin que el contrario se diese cuenta.

Tímidamente levantó su mano y acarició suavemente el rostro dormido de su acompañante, recorriendo con las yemas de los dedos y con delicadeza las cicatrices de su ojo derecho. Lentamente fue pasando la mano por el contorno de su cara hasta volver a juntar su mano con la otra. En un momento determinado se vio con el suficiente valor para darle un pequeño y corto beso en los labios, algo que le costaría en gran medida hacer si su acompañante estuviese despierto. Con solo algo así, las mejillas de Alexey ya se habían tornado carmín. No apartó la vista en ningún momento del rostro de William, quien dormía plácidamente y al verlo así no podía evitar sonreír.

En cuanto notó que se empezaba a revolver y entreabría los ojos, inconscientemente se hizo el dormido. El mayor se llevó una mano a la cara y se la pasó por el pelo. Miró al joven que se encontraba a su lado, cuyas mejillas aún estaban encendidas y sonrió. Lo abrazó, poco a poco se fue colocando sobre él y comenzó a repartirle esporádicos besos por su cara y cuello.

- Estás despierto, ¿verdad?

- ¿C-Cómo lo has sabido? – preguntó el joven sonrojado.

- Tus mejillas te han delatado.

Alexey rió un poco y dejó que le siguiese repartiendo besos. Le gustaba esa sensación de sentirse querido, sentía que William le trataba de una forma muy dócil y gentil. El joven avanzó hasta sus labios y le besó con suavidad conforme le acariciaba lentamente el pecho. Alexey sintió un escalofrío conforme sus frías manos acariciaban su pecho aunque fuese por encima de la ropa, podía sentir a la perfección su tacto. Correspondió a su beso y hundió las manos en su oscuro cabello.

Fue entonces, cuando alguien irrumpió en la habitación y sorprendió a la pareja de lleno. No podía ser otra que la madre del menor.

- ¡Nada de sexo matutino! – dijo con una sonrisa picarona en la cara - ¡Que se os enfría el desayuno!
Alexey se sobresaltó y William rápidamente se apartó de encima de él.

- ¡M-mamá! ¿N-no sabes lo que es llamar a la puerta?

- Claro que sí, pero tampoco me iba a asustar. No sería la primera vez que veo a un chico desnudo. – añadió riendo entre dientes.

- ¡M-mamá! –exclamó su hijo avergonzado.

- Venga, que se os queda frío. – Terminó por decir y abandonó la sala.

El joven se incorporó y se sentó en la cama bostezando. Su acompañante cogió la goma de pelo que colocó la noche anterior en la mesita de noche y se recogió el pelo.

Desde hacía unos días, William había acostumbrado a quedarse a dormir en casa de Alexey, debido a la polémica en torno a su padre. Pensaba, que si se apartaba un tiempo su estado de salud mejoraría, ya que no tendría quien le diese “disgustos”.

Ambos bajaron a la cocina y encontraron la mesa preparada con un apetitoso desayuno, se notaba que Anya había trabajado duro, aunque tampoco le importaba, ya que le gustaba cocinar.

- Alex, a ti te he preparado chocolate y Will, a ti café. ¿Está bien así?

- Sí –dijo William sonriendo – Me encanta el café.

Los tres se sentaron alrededor de la mesa y quedaron en silencio durante unos breves instantes.

- ¿Trabajas hoy, cielo? – preguntó Anya curiosa mirando al joven moreno, éste asintió. – Qué mal
trabajar un fin de semana, ¿no? Apuesto a que te encantaría quedarte acurrucadito en el sofá con mi hijo, juntitos y empalagosos, y para acabar el día de una forma magnífica, realizar el coito con él~

Los dos jóvenes se quedaron blancos, no le faltaba razón, pero aún así Anya fantaseaba demasiado. Ella seguía imaginando ilusionada cómo serían las relaciones de aspecto más íntimo entre ellos, sin embargo aún no habían ido más allá de los besos y las caricias.

- ¡Cierto! – exclamó de pronto la madre del menor dando una palmadita – Dentro de tres semanas es tu cumpleaños hijo~ ¿Qué quieres de regalo? – preguntó animosamente.

Alexey lo había olvidado por completo, había olvidado que en cuestión de menos de un mes cumpliría los veintiún años. Nunca antes le había pedido nada a su madre, pero todos los años ella se encargaba de sorprenderlo de una manera u otra, a pesar de que este año le asustaba en cierta medida lo “sorprendente” que podría ser ese regalo.

- Ya sabes que no quiero nada… - respondió el joven clavando la mirada en la mesa – Nunca te he pedido nada en especial.

- Ya, pero… Ahora que tienes novio la cosa cambia… - añadió con una sonrisa picarona y mirando al otro integrante de la sala - ¿Qué quieres? ¿Un tanga? ¿Una caja de condones con sabor? ¿Lubri…?

- ¡M-mamá! –exclamó su hijo completamente rojo, poniéndose de pie y dando un golpe en la mesa.

El joven se volvió a sentar y se cruzó de brazos algo enfadado, aunque en realidad no lo estuviese en absoluto. Ahora, se oía la risa de William que debido a la escena no había podido evitar reírse.

- Realmente me siento muy a gusto aquí… - dijo con una pequeña sonrisa.

- ¡Pues claro que sí! ¡Eres uno más! – añadió Anya elevando el tono de voz. Alexey se limitó a sonreír.

El resto del desayuno transcurrió tranquilo sin ningún otro tipo de conversación comprometida.

Cuando hubieron terminado, el menor se levantó a fregar los platos y sintió como alguien le abrazaba por la cadera. Giró la cabeza y tal y como supuso era su pareja.

- ¿T-te vas ya a trabajar? –preguntó con una leve sonrisa y examinando que tenía el uniforme ya puesto.

- Sí, nos vemos a la noche, ¿vale?

Alexey asintió y esbozó una sonrisa más amplia. William se le acercó y le beso suavemente en los labios. Un beso corto, pero intenso.

El menor se ruborizó y fijo la vista en los platos que estaba limpiando.

- T-ten cuidado. – añadió antes de que William, sin antes sonreír, saliese de la casa.

Conforme el joven limpiaba la vajilla se le vino a la mente lo que aconteció unos cuantos días antes.
Pensó en Josh, quien se le había declarado y no había conseguido contactar desde entonces. En parte le preocupaba, era su mejor amigo y por un hecho así no quería perder el contacto.

Recapacitó la idea de ir a visitarlo en cuanto terminase de limpiar y vestirse… Quizás era lo mejor para solucionar las cosas, total, no tenía mucho que perder a estas alturas.

Al poco rato terminó con sus tareas y subió a su habitación para cambiarse de ropa. Era un día bastante frío, Diciembre estaba a la vuelta de la esquina, con lo  que el clima gélido ya se hacía notar.

Una vez vestido, bajó al piso de abajo y buscó a su madre para decirle que se ausentaba un momento, su madre aprovechando que salía le pidió que de paso hiciese unos recados.

Alexey no pudo negarse y salió de la casa. Debido a su naturaleza despistada no se dio cuenta de que afuera había alguien con la intención de llamar al timbre, pero muy poco seguro de ello, y accidentalmente chocó con esa persona.

- ¡L-lo siento!

El joven levantó la vista para ver de quién se trataba aquella persona. Era alguien a quien conocía muy bien, ya que no conocía a otra persona cuyo cabello fuese de aquel color pelirrojo tan característico.

- P-perdona – se disculpó Josh – No quería sorprenderte. –añadió desviando la mirada.

Alexey se sorprendió, ya que no esperaba una visita, y mucho menos de él, ya que pensaba que seguiría molesto por haberlo rechazado de una manera tan indirecta.

- J-Josh… -balbuceó Alexey nervioso - ¿C-cómo es que has venido hasta aquí? Yo…

- No hace falta que me des explicaciones, yo… - dijo nervioso el pelirrojo rascándose las nuca.

El recién aparecido era incapaz de encontrar las palabras para explicar cómo se sentía o qué era exactamente lo que le quería decir al joven.

Josh miró al joven directamente a los ojos y en un impulso de valor se acercó a su cara y le besó levemente en los labios. Alexey se quedo inmóvil y no entendía el por qué de que le estaba besando. Era cierto que sabía que le gustaba, pero no entendía a qué venía una actuación así en ese momento.

Cuando se separó, el joven miró a su acompañante confuso.

- J-Josh, ¿p-por qué…?

- Me gustas. – dijo tajante el contrario.

- M-me halagas pero… - Alexey bajó la mirada y apretó los ojos – Ya hay alguien…

- Es aquel chico del otro día, ¿no? – el joven asintió – Bueno… Entonces no hay nada que hacer… - añadió lanzando un suspiro.

- L-lo siento… T-tengo que irme, y-ya nos vemos, ¿vale? –dijo nervioso Alexey. Josh asintió. - ¡H-hasta luego! – añadió para luego salir a paso acelerado a hacer los recados que le había ordenado su madre.

Cuando cruzó la calle, el joven se quedó parado y se apoyó contra una pared. Su pulso estaba acelerado y sus mejillas sonrojadas. Consideraba a Josh un gran amigo, sin embargo jamás hubiese imaginado que le hubiese llegado a gustar, y además ese beso no venía a cuento.

Alexey sacudió la cabeza un par de veces y volvió a reanudar la marcha hacia el supermercado. Sin saber por qué al entrar en aquel lugar recordó aquella vez en la que William le ayudó con las bolsas tiempo antes de que comenzasen a salir. Se le dibujó una sonrisa en la cara con dicho pensamiento y recolectó todo aquello que su madre le había encargado.

Después de pagar, salió del edificio. A unos pocos metros visionó una silueta conocida, aceleró el paso y cuando estaba a una distancia considerable se paró en seco, aterrorizado con la escena que acababa de ver.
La silueta que tan familiar, era ni más ni menos que la de William. Pero no se encontraba solo, iba acompañado por una chica rubia y pelo liso perfectamente cuidado y cuyos ojos parecían claros. Parecía una escena muy normal… Para una pareja de enamorados.

Dos amigos jamás se cogerían de la mano, y estarían en una actitud tan cariñosa.

Alexey retrocedió unos pasos y corrió en dirección contraria camino a su casa.

No quería creer lo que acababa de visionar, era doloroso y las lágrimas que habían comenzado a brotar de sus ojos lo delataban.

Llegó a su casa y rápidamente colocó las bolsas en la cocina, sin decir nada más, tan siquiera saludar a su madre subió apresuradamente a su habitación y cerró la puerta de un portazo tirándose sobre la cama para desahogar aquel cúmulo de sentimientos que sentía en aquel momento.

Abrazó con fuerza la almohada y comenzó a llorar sin consuelo alguno.

William, quien tantas veces le había repetido lo mucho que le quería, ¿sólo había estado jugando con él? ¿Sólo lo quería para quizás fardar de que podía controlarlo como quisiese? Debido a su inocencia, le había sido fácil engañarlo, jugar con sus sentimientos.

Pero aunque para el mayor solo hubiese sido un juego, en Alexey habían aflorado por primera vez, unos sentimientos extremadamente fuertes.

Era él quien le había enseñado a tener más  confianza, y en quien se había apoyado cuando más lo necesitaba, con quien experimentó lo que era amar y ser amado… O eso quería creer.

No quería creerlo, no quería pensar que William en realidad no le amaba, que todo habían sido palabras disfrazadas y acciones ocultas tras una buena cuidada máscara.

Sus llantos cada vez eran más sonoros, aún así no quería que su madre viniese y lo consolase, solo quería organizar las ideas de su cabeza. ¿Cómo iba a ser posible que una persona tan seria lo hubiese manipulado de aquella manera? A pesar de que había depositado toda su confianza en esa persona, él se había encargado de pisotearla de cualquier manera, dejándole despojado de dignidad alguna y con el alma envuelta en dolor.
Cuando se hubo calmado un poco se sentó en el borde de la cama y se frotó los ojos. En aquel momento debía tener una cara espantosa…

No sabía qué hacer en cuanto llegase William a su casa, pero no podía seguir viviendo una mentira, no era justo que él volcase todo su corazón en una relación sin sentido alguno.

Miró a su alrededor y colocó de vuelta la almohada, la cual le había servido de apoyo en las últimas dos horas.

Ahora trató de mantener la mente en blanco, calmándose e intentando no pensar demasiado en ello. Lo que le sacó de aquel estado fue el sonido del timbre. Sobresaltado se llevó una mano al pecho y apretó los ojos, solo de pensar quien estaría al otro lado de la puerta le hacía que le volviesen a entrar ganas de llorar.

Oyó como alguien subía por las escaleras y tomaba el picaporte de la puerta girándolo hacia uno de los lados. Alexey apretó con fuerza las manos a la colcha de su cama e inspiró lentamente.

- ¿Alex? – preguntó, tal y como había supuesto que se trataría, William.

Él no respondió, se limitó a tener la cabeza gacha y aun y queriendo decir algo sus labios no hubiesen respondido.

Notó como se sentaba a su lado y colocaba una de sus manos sobre la del joven. Éste la apartó rápidamente y se la llevó al pecho.

- Estás raro… ¿Te ocurre algo?

¿Y encima se hacía el tonto? ¿Se creía que no se había dado cuenta de la situación? Solo de pensar en la cantidad de tiempo que podría haber llevado engañándolo le hizo sentir una rabia y dolor tan intenso que sin pensarlo dos veces, y llevado por sus impulsos le propinó una bofetada al contrario.

Éste bastante confuso se llevó una mano a la mejilla golpeada y Alexey le miró con odio.

- ¿T-te crees que soy tonto?

- ¿Q-qué? –preguntó aturdido William.

- L-lo sé todo…

- No te sigo… ¿Qué ocurre?

Alexey frunció el ceño y sus ojos volvieron a humedecerse. Apretó el puño y cerró los ojos con fuerza.

- ¡¿Por qué me has engañado?! – exclamó conforme de sus ojos volvían a emerger las lágrimas.

- ¿Engañarte…?

- ¡Te vi! ¡Esta tarde, con esa chica rubia!

- ¿A-Ashley? – a Alexey le dio un vuelco el corazón.

- ¿¡Encima te atreves a decir su nombre?!

- ¡A-Alexey, c-cálmate!

El joven bajó la cabeza y trató de tranquilizarse, no porque William se lo hubiese pedido, sino por sí mismo, porque si no acabaría perdiendo los nervios de un momento a otro.

El mayor lentamente se acercó a Alexey y le rodeó suavemente con los brazos. El joven instantáneamente lo rechazó y se apartó.

- Will… - dijo entre sollozos - ¿Por qué me has engañado?

- ¿Engañarte…?

- Si eras heterosexual… ¿Por qué me engañaste? ¿Por qué empezaste a salir conmigo?

- ¿Q-qué estás diciendo? Si yo te quiero a t..

- ¡Calla! ¡Eso no es verdad!

Alexey se llevó las manos a la cara y comenzó a llorar desconsoladamente una vez más. No quería oír ni una palabra más, confiaba en lo que había visto y solo había esa explicación y una única solución.

William se quedó callado, se encontraba pálido debido a lo que estaba pasando, a lo que su pareja le estaba echando en cara.

- Si no soy capaz de confiar en ti… Entonces… - el joven tragó saliva y se reprimió las lágrimas – Esto se terminó.

- ¿Q-qué? – preguntó William con expresión de sorpresa.

- No confío en ti… Y-ya no soy capaz de hacerlo así que…

- Pero…

- No hay pero que valga, William.

El joven moreno se sobresaltó al oírle llamarle por su nombre, se había acostumbrado demasiado a que le llamase por el diminutivo y que lo apelase de aquella manera le chocó de una manera considerable. Bajó la vista y asintió.

- Entiendo… Entonces, esto es un adiós.

- Lo es. No quiero saber de ti. – A William ante la crueldad de las palabras del menor se le encogió el corazón.

- Adiós, Alexey.

El mayor abandonó su habitación y el joven escuchó como cerraba la puerta principal. Acto seguido inevitablemente rompió a llorar. No se creía lo que acababa de ocurrir, aunque en las últimas horas lo hubiese aceptado como un final anunciado. Era lo correcto, o eso era lo que se repetía a sí mismo una y otra vez.

Se echó boca abajo en la cama y continuó llorando desconsoladamente, agarrando con fuerza la almohada y estrechándola. De nuevo le invadía la soledad, ese sentimiento que había dejado de lado hacía tiempo gracias a la persona a la que quería.

Ahora no tenía dónde apoyarse, había perdido a la persona a la que quería y a su mejor amigo.

Solo. Se encontraba completamente solo.

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